Por Nicolás Durán de la Sierra
Los resultados del reciente proceso electoral no fueron sorpresivos, más allá del grado del notable desinterés ciudadano, que se reflejó en una enjuta asistencia a las urnas de apenas el 22 por ciento del padrón electoral, la más baja en la historia del Estado -y del país en este ejercicio-, y en el número de curules que tendrá Morena en la próxima legislatura estatal.
Cierto es que aún no se define a cabalidad el número de curules de Morena, pero sin duda tendrá una cómoda mayoría legislativa y la oposición que podría significar la unión del PAN, PRI y PRD, tiene tonos de quimera, más para el último partido, cuya vía natural es la izquierda, aunque eso dependerá de para dónde quiera ir el PRD estatal, al que tanto le gustan los precipicios.
Por lo que toca a “los grandes derrotados” de la jornada electoral, como los ampulosos tildan al Aleluyo Gregorio Sánchez Martínez y a José Luis Chanito Toledo, aunque de grandeza ninguno de los dos tenga siquiera sombra; de ellos, vencidos ya en los últimos procesos, queda por escribir su epitafio político: la ubre del tesoro público no fue para siempre.
El costo del proceso y su división por voto, es uno de los temas recurrentes en los últimos días y le ha permitido aspavientos a más de uno. ¡861 pesos por cada voto! En realidad el costo es igual si votan uno o cien ciudadanos La justa costó 226 millones, lo que la hace una de las más económicas, visto el caso desde otro ángulo. La interpretación de los números la hace cada cual.
El pasado proceso dejó acre sabor, pues por cercanía se le compara con el que llevara al poder a López Obrador, que fue histórico. Empero, por sus características, este ejercicio dejó algo muy valioso para los partidos: una fotografía del ánimo político estatal. Por ejemplo, los distritos XIII, XIV y XV antes priistas a rabiar, ahora son morenistas, dejando atrás su fugaz amorío con el PAN.
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