Ocre, el color de la tragedia en el Caribe Mexicano

Por Adriana Varillas

Doloroso. Caminar por las que fueron consideradas hace algunos años, como las playas más bonitas del mundo, se ha vuelto asombroso y doloroso.

Lo es para quienes le apostaron a la zona cuando era virgen, invirtiendo en desarrollar hoteles que privilegiaron el respeto por la selva, la fauna y el cuidado de la duna, como para quienes eligieron la masividad y devastaron.

Lo es para las y los turistas que, desde hace décadas, han visitado esa pequeña y solitaria joya en la Riviera Maya, y han vuelto a través de los años, atraídos por su belleza.

Lo es para escritores y cantantes que, inspirados en sus amaneceres soleados y divertidos, en sus tardes calmas y melancólicas o en sus noches de quietud plagadas de estrellas que dibujan destino, han compuesto una canción o una novela.

Para ellos y para las familias que viven de ofertar un paraíso, lo que ocurre en la zona es una tragedia, que no puede ocultarse, que no es permanente y que es difícil de explicar a los turistas que desean volver, pero que ya no regresan ante la incertidumbre de cómo encontrarán las playas.

El color del mar, ya es otro. Volúmenes de sargazo amontonados en la orilla, con distintas tonalidades que van del dorado al ocre, se extienden como una alfombra que recubre sin piedad la fina y blanca arena en la línea de costa.

La postal de la boda de ensueño en la playa y la colocación de las mesas de la fiesta, buscan eludir la escena y el olor nauseabundo de las algas que ya se pudrieron.

Caminar por la playa pasó de lo placentero a lo repulsivo, Hay zonas en donde el sargazo se ha vuelto fango, con mosquitos que pican los pies, lavados con agua, antes transparente, hoy tintada de ocre.

En tierra, quienes dibujaban corazones o escribían sus nombres en la arena, hoy lo hacen con sargazo; hay montañas de algas, recubiertas con arena, simulando ser duna; y más atrás, camastros vacíos, cuartos desocupados y un silencio que no se parece al de la paz y a la quietud que aquí, encontraban las y los vacacionistas. Se asemeja mas bien a la desolación.

Como solución, el gobierno federal se limitó a ordenar la incursión de la Secretaría de Marina, para cosechar el sargazo en mar abierto; se construirán cuatro barcos y el primero estará listo en enero de 2020, ya que el sargazo se fue. También ofreció al gobierno de Quintana Roo, solicitar créditos a Banobras para obtener recursos.

El sábado pasado, el estado emitió una declaratoria de emergencia, “ante el inminente desastre” que supone la presencia masiva del sargazo, lo que permitirá, entre otras cosas, solicitar al gobierno federal, bajar los fondos previstos en la Ley General de Protección Civil para financiar la atención al fenómeno.

El resultado de esas y otras acciones, es tan incierto, como el origen, las causas y avance del fenómeno que también ataca a todo el Caribe y a La Florida, en Estados Unidos.

Tan incierto como el futuro del turismo en las playas que, hasta hace algunos años, eran consideradas las más bonitas del mundo. Esas, donde caminar hoy, se ha vuelto asombroso y doloroso.

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