Mujeres y el crédito a la palabra

Por Adriana Varillas


 

La violencia hacia las mujeres, no siempre es física, sexual o verbal. Lo es también de tipo económico, lo cual suele sujetarla a permanecer dentro de un hogar violento o en relaciones hostiles bajo condiciones de humillación y abandono, al carecer de educación o de un empleo que le permita valerse por sí misma y no depender de su pareja y proveedor.

Pensando en eso, uno de los programas emprendidos durante la presente administración, es el de Crédito a la Palabra de las Mujeres emprendedoras, que busca contribuir a la generación de autoempleo entre mujeres de bajos recursos en la entidad, mediante el financiamiento para la creación, desarrollo y consolidación de empresas y proyectos productivos exitosos.

En Quintana Roo, hasta 2016, el 38.3 por ciento de la población activa ocupada, es decir, 297 mil 209 trabajadores, de los cuales, 48.7 eran hombres y 51.3, mujeres, recibía menos de 2 veces el salario mínimo.

Si bien el promedio de escolaridad es de 9.1 para ambos sexos, los hombres ganan el 30 por ciento más, por hora trabajada, que las mujeres, lo cual parece que está asociado al tipo de ocupación desempeñada por unos y por otras, de acuerdo con la Secretaría de Desarrollo Social (Sedeso).

Por eso el Programa de Crédito a la Palabra, pretende apoyar las iniciativas productivas de las mujeres en la apertura o ampliación de micronegocios para generar y preservar el autoempleo, así como promover su desarrollo económico.

Un aspecto relevante en esta iniciativa, que una esperaría que tenga el mayor de los énfasis, es que busca promover la capacitación de las mujeres en actividades productivas no tradicionales, para ampliar sus oportunidades y desarrollar sus capacidades emprendedoras, a fin de mejorar sus ingresos.

Lo anterior significa intentar sacar a las mujeres trabajadoras del rol de género que les ha sido impuesto, para no confinarlas sólo a montar estéticas, talleres de costura y cocinas familiares, sino a impulsar sus capacidades en algo más que cortar el pelo, pintar uñas, costurar ropa y preparar alimentos.

Ojo, de ninguna manera intento decir o sugerir que esté bien o mal dedicarse a esas labores, lo que digo es que el programa está pensado en promover que las mujeres incursionen en otras áreas, distintas a las culturalmente exploradas, pues está demostrado que en México ellas también emprenden otro tipo de proyectos productivos, vinculados con tecnología, finanzas, arquitectura y hasta robótica.

Las nuevas reglas de operación de este programa fueron publicadas ayer en el Periódico Oficial del Estado y entran en vigor hoy, abrogando las vigentes desde el 23 de julio de 2018.

En ellas se mencionan el subsidio que otorga la Secretaria de Desarrollo Social para financiar proyectos productivos a mujeres emprendedoras, que las beneficiarias son mujeres mayores de 18 años con escacez de recursos; jefas de familia que demuestren capacidad organizativa y productiva y que cumplan con una serie de requisitos ahí enlistados.

Seguramente este programa no erradica como tal, una brecha de desigualdad, pero abona y suma a la solución de un problema estructural muy complejo que afecta a las mujeres, a sus hijas e hijos.

Vale la pena que las mujeres se lo revisen e intenten, porque quizá sea el principio de una buena oportunidad para mejorar su condición económica, su autonomía y su confianza.

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