Por Nicolás Durán
A lo largo de la semana, en no pocos medios locales y nacionales, el adiós al Concejo de Promoción Turística de México ganó espacios importantes. En la mayoría se advirtió que su cierre es un golpe devastador a la industria, bajo el popular refrán de que “el que no enseña, no vende” enarbolado por la Confederación Patronal de la República Mexicana, la Coparmex.
En el trance, los voceros del sector y sobre todo los de Estado, informaron con alevosía que el porcentaje de ocupación hotelera había caído, si bien no dijeron que ello se debía a la apertura de mil nuevos cuartos de hotel y que, por las “ocurrencias” del presidente López Obrador, no sólo el turismo estaba en riesgo, sino que hasta nos podría caer del cielo una bíblica epidemia.
La pugna alcanzó hasta los diputados federales por el Estado, pues uno de ellos, Luis Alegre, votó por el fin del consejo, en tanto que Mildred Ávila y Jesús Pool lo hicieron en contra. En los finos lares hoteleros, gloria para los segundos, y oprobio para el otro, aunque éste haya dicho que buscan nuevas formas de promoción, si bien no con todo el peso sobre el dinero público.
Con palabras de a centavo, es fácil entender la gresca: por un lado, los hoteleros y otros capitanes del sector quieren que sea el gobierno, bajo la sabia conducción de los empresarios, el que pague la publicidad de los destinos turísticos del país y por el otro lado, el nuevo gobierno federal no quiere hacerlo pues, sabe usted, el dinero para la promoción siempre se pierde.
¿Cómo que se pierde, se preguntará el escucha? pues sí: se pierde o se esfuma, al gusto. Resulta que una auditoria de la Secretaría de Turismo reveló que, de cada peso invertido en la promoción, se aplicaron en ello sólo veinte centavos, pues el resto se desvaneció en lujosos viajes, en viáticos, en apoyos y en el pago a empresas intermediarias del país y extranjeras.
La importancia de publicitar los destinos vacacionales del país no se discute, pero se buscan modelos en los que el dinero público no sea filtrado por una entidad tan poco clara como la recién disuelta. Para este año el Consejo de Promoción Turística esperaba un fondo de casi 583 millones de pesos, y resulta que ahora ya no hay ni fondo ni concejo y de allí los aspavientos.
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