Por Adriana Varillas
Desde hace cuatro semanas tenía pendiente escribir sobre la designación de Víctor Manuel Toledo, nuevo titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), una dependencia muy poco valorada y casi ignorada por el nuevo régimen, que le propinó un recorte presupuestal histórico, que despidió a miles de sus trabajadores y que, en general, ha debilitado hasta casi desmantelar, al sector ambiental.
La Semarnat, como nunca en sus 25 años de vida, será pieza clave en esta nueva etapa del país, no sólo por los grandes desafíos ambientales a que está sujeto México, sino por las obras colosales planteadas en este sexenio.
De ahí que es fundamental que quien dirija la política ambiental de la nación, posea, además de conocimientos y sensibilidad, la suficiente fuerza y congruencia para hacer valer el marco legal y defender los servicios ambientales que proporcionan los ecosistemas existentes en el territorio nacional, por encima de caprichos y obsesiones personales.
Desde el primer día tuve las mejores referencias de Toledo Manzur, un hombre reconocido como un líder con visión y compromiso social, maestro y guía de muchas y muchos ambientalistas, científicos, académicos y profesionistas dentro del servicio público, precisamente en Quintana Roo.
Como ningún otro, el estado con mayor biodiversidad de México, demanda del biólogo, Doctor en Ciencias por la UNAM e integrante del Sistema Nacional de Investigadores (SIN), la urgente atención y efectiva acción ante la muerte veloz de sus corales, el recale masivo de sargazo, la tala de manglares, la deforestación de selvas, la pérdida de playas, la presión del desarrollo urbano y turístico y la contaminación del suelo y los mantos acuíferos subterráneos.
Entre sus primeros pasos, ha dicho, está el ordenar la casa, rediseñando la Semarnat y elaborando la política nacional ambiental bajo un enfoque ético, de inclusión ciudadana, que rescate los saberes de los pueblos originarios y su relación con la naturaleza, impulsando el llamado “ecofeminismo”, que reconoce y valora la aportación de las mujeres en la conservación y protección de los recursos naturales.
Entre las prioridades generales, está la creación de un programa nacional de transición energética y otro de agroecología, lo que incluye la socialización de la conciencia ambiental, con una visión no tecnócrata, ni patriarcal, que se aleja de la explotación y de la mercantilización de la naturaleza.
Un discurso profundo, reflexivo, diametralmente distinto a lo que escuchamos de los corazoncitos de Josefa González Blanco Ortíz Mena, su antecesora, o del mirrey pevemista, Rafael Pacchiano; de Juan José Guerra Abud o de Rafael Elvira Quesada; de José Luis Luege, Alberto Cárdenas o de Víctor Lichtinger, en lo que va del siglo.
Pero no todo son discursos y palabras bonitas. Víctor Manuel Toledo Manzur, tiene encima la responsabilidad de pronunciarse y de evaluar, con toda seriedad, honestidad, congruencia y apego al marco legal ambiental, proyectos como el Aeropuerto internacional de Santa Lucía, Texcoco, Dos Bocas y el Tren Maya, sólo por mencionar algunas de las grandes pruebas de fuego que habrá de sortear.
Ojalá no resulte una desilusión para quienes confían y ven en él, a un valioso maestro. Ojalá que la ideología no nuble la razón, ni doble la ley.
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